segunda-feira, fevereiro 07, 2011

desprecio por la democracia en la cultura de elevada formación

No es el Islam radical lo que preocupa a los EE. UU., sino la independencia
por Noam Chomsky

La naturaleza de cualquier régimen al que apoyen los EE.UU. en el mundo árabe es secundaria en comparación con el control. Y a los súbditos se les ignora hasta que rompen sus cadenas.  
"Arde el mundo árabe", informaba Al Yasira la semana pasada, mientras por toda la región los aliados occidentales "pierden rápidamente influencia". La onda de choque la puso en movimiento el espectacular levantamiento de Túnez que expulsó a un dictador respaldado por Occidente, resonando especialmente en Egipto, donde los manifestantes arrollaron a la brutal policía de un dictador.
Los observadores lo han comparado al derrocamiento de los dominios rusos en 1989, pero existen importantes diferencias. Crucial es que no hay un Mijail Gorbachov entre las grandes potencias que apoyan a los dictadores árabes. Más bien, Washington y sus aliados se atienen al principio bien asentado de que la democracia resulta aceptable sólo en la medida en que se ajuste a los objetivos estratégicos y económicos: está bien para territorio enemigo (hasta cierto punto), pero no, por favor, en nuestro patio, a menos que quede adecuadamente domesticada.   
Hay una comparación de 1989 que posee cierta validez: la de Rumanía, en donde Washington mantuvo su apoyo a Nicolae Ceausescu, el más feroz de los dictadores de Europa Oriental, hasta que la lealtad se volvió insostenible. En ese momento, Washington saludó su caída mientras se procedía a borrar el pasado. Es el patrón convencional: Ferdinand Marcos, Jean-Claude Duvalier, Chun Doo-hwan, Suharto y muchos otros rufianes útiles. Puede que vaya siendo el caso de Hosni Mubarak, acompañado de los habituales esfuerzos por tratar de asegurarse un régimen que le suceda sin desviarse de la senda aprobada. Las esperanzas de hoy parecen depositarse en el general Omar Suleiman, un leal a Mubarak, que acaba de ser nombrado vicepresidente de Egipto. Suleiman, jefe durante largo tiempo de los servicios de inteligencia, cuenta con un desprecio semejante al que quienes se han rebelado reservan para el dictador mismo.
Un estribillo común entre los expertos es que el temor al Islam radical exige una oposición (renuente) a la democracia sobre la base del pragmatismo. Aunque no carece de mérito, la formulación es engañosa. La amenaza general ha consistido siempre en la independencia. Los EE. UU. y sus aliados han apoyado de forma regular a los islamistas radicales, a veces para impedir la amenaza del nacionalismo laico.
Un ejemplo familiar lo constituye Arabia Saudí, centro ideológico del Islam radical (y del terror islámico). Otro, en una larga lista, es el de Zia ul-Haq, el más brutal de los dictadores de Pakistán, favorito del presidente Reagan, y que puso en práctica un programa de islamización radical (con financiación saudí). "El argumento tradicional que aparece dentro y fuera del mundo árabe es que no hay nada que vaya mal, todo está bajo control", afirma Marwan Muasher, ex-funcionario jordano y director de investigación en Oriente Medio para el Fondo Carnegie [para la Paz Internacional]. "Siguiendo esta línea de pensamiento, las fuerzas más afianzadas sostienen que los opositores y excluidos que piden reformas exageran las condiciones sobre el terreno".
Así pues, se puede dejar de lado a la población. La doctrina se remonta a mucho tiempo atrás y se generaliza en todo el mundo, también al propio territorio norteamericano. En caso de disturbios, pueden hacerse necesarios cambios tácticos, pero siempre con vistas a reafirmar el control.  
El vehemente movimiento por la democracia de Túnez arremetió contra "un Estado policial con escasa libertad de expresión o asociación y graves problemas de derechos humanos”, gobernado por un dictador cuya familia era odiada por su venalidad. Eso afirmaba el embajador norteamericano en un cable diplomático de julio de 2009 filtrado por WikiLeaks.
Por lo tanto, para algunos observadores “los documentos [de WikiLeaks] deberían proporcionar una sensación de seguridad al público norteamericano de que los funcionarios no se han quedado dormidos a los mandos", de que los cables, desde luego, apoyan tanto las medidas políticas norteamericanas como si los hubiera filtrado Obama mismo (o eso escribe Jacob Heilbrunn en The National Interest. [1]
“Norteamérica debería condecorar a Assange", afirmaba un titular del Financial Times, en el que escribe Gideon Rachman: [2] “La política exterior norteamericana da la impresión de tener principios, de ser inteligente y pragmática (…) la postura pública sobre cualquier asunto adoptada por los EE.UU. suele asimismo coincidir con la postura expresada en privado”.
De acuerdo con esta opinión, WikiLeaks socava a los "teóricos de la conspiración", que cuestionan los nobles motivos que proclama Washington.
El cable de Godec presta apoyo a estos juicios, al menos si no miramos más allá. Porque si lo hacemos, tal como informa Stephen Zunes, analista de política exterior, en Foreign Policy in Focus, nos encontramos con que, con la información de Godec en la mano, Washington suministró 12 millones de dólares en ayuda militar a Túnez. Da la casualidad de que Túnez era uno de los cinco únicos beneficiarios extranjeros:  Israel (como de costumbre); las dos dictaduras de Oriente Medio, Egipto y Jordania; y Colombia, que durante mucho tiempo ha ostentado el peor historial de derechos humanos y recibido la mayor cantidad de ayuda militar norteamericana en el hemisferio.
La evidencia número uno de Heilbrunn es el apoyo árabe a las medidas políticas norteamericanas que tienen como objetivo Irán, según revelan los cables filtrados. También Rachman se ciñe a este ejemplo, como fue el caso en general de los medios, saludando tan alentadoras revelaciones. Las reacciones ilustran la hondura del desprecio por la democracia en la cultura de elevada formación.   
Lo que no se menciona es lo que piensa la población, lo cual resulta fácil de describir de acuerdo con las encuestas de opinión [3] difundidas en agosto pasado por la Brookings Institution: algunos árabes están de acuerdo con Washington y los comentaristas occidentales en que Irán representa una amenaza, el 10%. Por contraposición, consideran a los EE. UU. e Israel como amenazas principales (el 77% y el 88% respectivamente).
La opinión árabe se muestra tan hostil a las políticas de Washington que una mayoría (el 57%) cree que la seguridad regional se acrecentaría si Irán dispusiera de armas nucleares. Pese a todo, “no hay nada que vaya mal, todo está bajo control" (tal como describe Muasher la fantasía imperante). Los dictadores nos apoyan. Se puede ignorar a sus súbditos, salvo que rompan sus cadenas, en cuyo caso hay que llevar a cabo ajustes políticos.
Otras filtraciones parecen también prestar apoyo a los juicios entusiastas sobre la nobleza de  Washington. En julio de 2009, Hugo Llorens, embajador norteamericano en Honduras, informó a Washington de una investigación de la embajada acerca de "cuestiones legales y constitucionales en torno a la destitución forzada del presidente Manuel, 'Mel', Zelaya."
La embajada concluía que "no hay duda de que los militares, el tribunal supremo y el congreso nacional conspiraron el 28 de junio en lo que supuso un golpe ilegal e inconstitucional contra el ejecutivo". Muy admirable, salvo que el presidente Obama procedió a romper con casi toda América Latina y Europa al apoyar el régimen del golpe y desestimar las atrocidades posteriores.   
Quizás las revelaciones más notables de WikiLeaks sean las referentes a Pakistan, examinadas por Fred Branfman, analista de política exterior, en Truthdig.
Los cables revelan que la embajada norteamericana es bien consciente de que la guerra de Washington en Afganistán y Pakistán no sólo intensifica el rampante antiamericanismo sino que también “corre el riesgo de desestabilizar el estado paquistaní” y suscita incluso la amenaza de la pesadilla última: que las armas nucleares pudieran caer en manos de terroristas islámicos. 
De nuevo, las revelaciones "deberían proporcionar una sensación de seguridad (…)  de que los funcionarios no se han quedado dormidos a los mandos " (en palabras de Heilbrunn), mientras Washington marcha resueltamente al desastre.
NOTAS: 
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
Fonte: Sin Permiso, 06/02/2011

sexta-feira, fevereiro 04, 2011

black swan

declare independence

a negociação global de comida por investidores

Alta da comida é causada por especulação financeira, diz jornal britânico The Guardian

Reportagem do jornal britânico “The Guardian” divulgada nesta quinta-feira afirma que a alta nos preços da comida no mundo, que atinge recorde segundo a ONU, não é causada apenas por problemas climáticos (secas e enchentes), mas também por especulação de investidores com alimentos.
Alimentos como carne, cacau (matéria-prima para chocolate), café e suco de frutas viraram commodities globais e sofrem efeitos especulativos tanto quanto petróleo, ouro e outros metais, diz o texto.
A explicação da FAO (órgão da ONU para questões alimentares) é que a comida está subindo de preço porque grandes áreas de agricultura estão sendo usadas para produzir biocombustíveis, houve aumento no preço dos fertilizantes e a China está consumindo mais vegetais. Além disso, as mudanças climáticas também produzem colheitas piores.
Segundo o “Guardian”, uma nova teoria está surgindo entre economistas e empresários. Os mesmos bancos e investidores que especularam na crise imobiliária do sub-prime estão provocando a inflação global da comida, “ganhando bilhões e causando miséria ao redor do mundo”, diz a reportagem.
De acordo com o jornal, esses especuladores estão se aproveitando da desregulamentação do setor de commodities em meados dos anos 90, quando se passou a permitir a negociação global de comida por investidores que não têm relação nenhuma com agricultura. Isso mudou o panorama. Com as dificuldades do mercado imobiliário americano em 2007, bilhões de dólares de fundos foram movidos para investimento em alimentos (leia a reportagem do “Guardian” na íntegra em inglês). Também "colada" logo abaixo
Da Redação de UOL Notícias.
Fonte: EcoDebate, 04/02/2011
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Food speculation: 'People die from hunger while banks make a killing on food'

It's not just bad harvests and climate change – it's also speculators that are behind record prices. And it's the planet's poorest who pay
Illustration: Katie Edwards
Just under three years ago, people in the village of Gumbi in western Malawi went unexpectedly hungry. Not like Europeans do if they miss a meal or two, but that deep, gnawing hunger that prevents sleep and dulls the senses when there has been no food for weeks.
Oddly, there had been no drought, the usual cause of malnutrition and hunger in southern Africa, and there was plenty of food in the markets. For no obvious reason the price of staple foods such as maize and rice nearly doubled in a few months. Unusually, too, there was no evidence that the local merchants were hoarding food. It was the same story in 100 other developing countries. There were food riots in more than 20 countries and governments had to ban food exports and subsidise staples heavily.
The explanation offered by the UN and food experts was that a "perfect storm" of natural and human factors had combined to hyper-inflate prices. US farmers, UN agencies said, had taken millions of acres of land out of production to grow biofuels for vehicles, oil and fertiliser prices had risen steeply, the Chinese were shifting to meat-eating from a vegetarian diet, and climate-change linked droughts were affecting major crop-growing areas. The UN said that an extra 75m people became malnourished because of the price rises.
But a new theory is emerging among traders and economists. The same banks, hedge funds and financiers whose speculation on the global money markets caused the sub-prime mortgage crisis are thought to be causing food prices to yo-yo and inflate. The charge against them is that by taking advantage of the deregulation of global commodity markets they are making billions from speculating on food and causing misery around the world.
As food prices soar again to beyond 2008 levels, it becomes clear that everyone is now being affected. Food prices are now rising by up to 10% a year in Britain and Europe. What is more, says the UN, prices can be expected to rise at least 40% in the next decade.
There has always been modest, even welcome, speculation in food prices and it traditionally worked like this. Farmer X protected himself against climatic or other risks by "hedging", or agreeing to sell his crop in advance of the harvest to Trader Y. This guaranteed him a price, and allowed him to plan ahead and invest further, and it allowed Trader Y to profit, too. In a bad year, Farmer X got a good return but in a good year Trader Y did better.
When this process of "hedging" was tightly regulated, it worked well enough. The price of real food on the real world market was still set by the real forces of supply and demand.
But all that changed in the mid-1990s. Then, following heavy lobbying by banks, hedge funds and free market politicians in the US and Britain, the regulations on commodity markets were steadily abolished. Contracts to buy and sell foods were turned into "derivatives" that could be bought and sold among traders who had nothing to do with agriculture. In effect a new, unreal market in "food speculation" was born. Cocoa, fruit juices, sugar, staples, meat and coffee are all now global commodities, along with oil, gold and metals. Then in 2006 came the US sub-prime disaster and banks and traders stampeded to move billions of dollars in pension funds and equities into safe commodities, and especially foods.
"We first became aware of this [food speculation] in 2006. It didn't seem like a big factor then. But in 2007/8 it really spiked up," said Mike Masters, fund manager at Masters Capital Management, who testified to the US Senate in 2008 that speculation was driving up global food prices. "When you looked at the flows there was strong evidence. I know a lot of traders and they confirmed what was happening. Most of the business is now speculation – I would say 70-80%."
Masters says the markets are now heavily distorted by investment banks: "Let's say news comes about bad crops and rain somewhere. Normally the price would rise about $1 [a bushel]. [But] when you have a 70-80% speculative market it goes up $2-3 to account for the extra costs. It adds to the volatility. It will end badly as all Wall Street fads do. It's going to blow up."
The speculative food market is truly vast, agrees Hilda Ochoa-Brillembourg, president of the Strategic Investment Group in New York. She estimates speculative demand for commodity futures has increased since 2008 by 40-80% in agricultural futures.
But the speculation is not just in staple foods. Last year, London hedge fund Armajaro bought 240,000 tonnes, or more than 7%, of the world's stocks of cocoa beans, helping to drive chocolate to its highest price in 33 years. Meanwhile, the price of coffee shot up 20% in just three days as a direct result of hedge funds betting on the price of coffee falling.
Olivier de Schutter, UN rapporteur on the right to food, is in no doubt that speculators are behind the surging prices. "Prices of wheat, maize and rice have increased very significantly but this is not linked to low stock levels or harvests, but rather to traders reacting to information and speculating on the markets," he says.
"People die from hunger while the banks make a killing from betting on food," says Deborah Doane, director of the World Development Movement in London.
The UN Food and Agriculture Organisation remains diplomatically non-committal, saying, in June, that: "Apart from actual changes in supply and demand of some commodities, the upward swing might also have been amplified by speculation in organised future markets."
The UN is backed by Ann Berg, one of the world's most experienced futures traders. She argues that differentiating between commodities futures markets and commodity-related investments in agriculture is impossible.
"There is no way of knowing exactly [what is happening]. We had the housing bubble and the credit default. The commodities market is another lucrative playing field [where] traders take a fee. It's a sensitive issue. [Some] countries buy direct from the markets. As a friend of mine says: 'What for a poor man is a crust, for a rich man is a securitised asset class.'"
Fonte: Guardian | Posted by John Vidal Sunday 23 January 2011 00.02 GMT

quinta-feira, fevereiro 03, 2011

"Existe um grande caos abaixo do céu..."

Por que temer o espírito revolucionário árabe?

A reacção ocidental aos levantamentos no Egipto e na Tunísia frequentemente demonstra hipocrisia e cinismo. 
por Slavoj Žižek
Manifestação no Cairo, 29 de Janeiro de 2011 – Foto Frame Maker/flickr
O que não pode deixar de saltar aos olhos nas revoltas na Tunísia e no Egipto é a notável ausência do fundamentalismo islâmico. Na melhor tradição democrática secular, as pessoas simplesmente se revoltaram contra um regime opressivo, a sua corrupção e pobreza, e pediram liberdade e esperança económica. A sabedoria cínica dos liberais ocidentais - de acordo com os quais, nos países árabes, o genuíno senso democrático é limitado a estreitas elites liberais enquanto que a vasta maioria só pode ser mobilizada através do fundamentalismo religioso ou do nacionalismo - provou-se errada.
Quando um novo governo provisório foi nomeado na Tunísia, ele excluiu os islâmicos e a esquerda mais radical. A reacção dos liberais presunçosos foi: bom, eles são basicamente a mesma coisa; dois extremos totalitários - mas as coisas são simples assim? O verdadeiro antagonismo de longa data não é precisamente entre islâmicos e a esquerda? Ainda que eles estejam momentaneamente unidos contra o regime, uma vez que se aproximam da vitória, a sua unidade se parte e eles se lançam numa luta mortal, frequentemente mais cruel do que aquela travada contra o inimigo comum.
Nós não testemunhamos precisamente tal luta depois das eleições no Irão? As centenas de milhares de apoiantes de Mousavi lutavam pelo sonho popular que sustentou a revolução de Khomeini: liberdade e justiça. Ainda que esse sonho tenha sido utópico, ele levou a uma explosão de criatividade política e social de tirar o fôlego, experiências de organização e debates entre estudantes e pessoas comuns. Essa abertura genuína, que libertou forças de transformação social então desconhecidas, um momento no qual tudo pareceu possível, foi então gradualmente sufocada pela dominação do controle político e do establishment islâmico.
Mesmo no caso de movimentos claramente fundamentalistas, é preciso ser cuidadoso para não perder de vista a componente social. Os talibãs são usualmente apresentados como um grupo fundamentalista islâmico que impõe as suas leis pelo terror. No entanto, quando, na primavera de 2009, eles tomaram o Vale de Swat no Paquistão, o The New York Times noticiou que eles arquitectaram "uma revolta de classe que explora profundas fissuras entre um pequeno grupo de ricos donos de terra e os seus inquilinos desprovidos de um chão". Se, ao "se aproveitar" dos apuros dos agricultores, os talibãs estavam a criar, nas palavras do New York Times, "um alerta sobre os riscos ao Paquistão, que permanece sendo largamente feudal", o que impediu os democratas liberais do Paquistão e dos Estados Unidos de, da mesma forma, "se aproveitarem" desses apuros e de tentarem ajudar os agricultores sem terra? Ocorre as forças feudais no Paquistão serem aliados naturais da democracia liberal?
A conclusão inevitável a ser delineada é que a ascensão do islamismo radical sempre foi o outro lado do desaparecimento da esquerda secular nos países muçulmanos. Quando o Afeganistão é retratado como sendo o exemplo máximo de um país fundamentalista islâmico, quem ainda se lembra que, há quarenta anos atrás, ele era um país com uma forte tradição secular, incluindo um poderoso partido comunista que havia tomado o poder lá sem dependência da União Soviética? Para onde essa tradição secular foi?
É crucial analisar os eventos em andamento na Tunísia e no Egipto (e no Iémene e ... talvez, com esperança, até na Arábia Saudita) em contraste com esse pano de fundo. Se a situação for eventualmente estabilizada de modo ao antigo regime sobreviver, apenas passando por alguma cirurgia cosmética liberal, isso irá gerar um intransponível retrocesso fundamentalista. Para que o legado chave do liberalismo sobreviva, os liberais precisam da ajuda fraternal da esquerda radical. De volta ao Egipto, a mais vergonhosa e perigosamente reacção oportunista foi a de Tony Blair noticiada na CNN: mudança se necessário, mas deverá ser uma mudança estável. Mudança estável no Egipto, hoje, só pode significar um compromisso com as forças de Mubarak na forma de ligeiramente alargar o círculo do poder. Este é o motivo pelo qual é uma obscenidade falar em transição pacífica agora: pelo esmagamento da oposição, o próprio Mubarak tornou isso impossível. Depois de Mubarak enviar o exército contra os protestantes, a escolha tornou-se clara: ou uma mudança cosmética na qual alguma coisa muda para que tudo continue na mesma, ou uma verdadeira ruptura.
Aqui, portanto, é o momento da verdade: ninguém pode arguir, como no caso da Argélia uma década atrás, que permitir eleições verdadeiramente livres equivale a entregar o poder a fundamentalistas islâmicos. Outra preocupação liberal é de que não existe poder político organizado para tomar o poder caso Mubarak parta. É claro que não existe; Mubarak assegurou-se disso ao reduzir a oposição a ornamentos marginais, de forma que o resultado acaba sendo como o título do famoso romance de Agatha Christie, "E Então Não Havia Ninguém". O argumento de Mubarak - é ele ou o caos - é um argumento contra ele.
A hipocrisia dos liberais ocidentais é de tirar o fôlego: eles publicamente defendem a democracia e agora, quando o povo se rebela contra os tiranos em nome de liberdade e justiça seculares, não em nome da religião, eles estão todos profundamente preocupados. Por que aflição, por que não alegria pelo facto de que se está a dar uma chance à liberdade? Hoje, mais do que nunca, o antigo lema de Mao Ze Dong é pertinente: "Existe um grande caos abaixo do céu - a situação é excelente".
Para onde, então, Mubarak deve ir? Aqui, a resposta também é clara: para Haia. Se existe um líder que merece sentar-se lá, é ele.
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Nota do Tradutor: o título original do livro de Agatha Christie é "And Then There Were None".
Publicado no jornal Guardian a 1 de Fevereiro de 2011
Traduzido por Henrique Abel para o Diário Liberdade
Fonte: Esquerda.net | Artigo | 02/02/2011

terça-feira, fevereiro 01, 2011

por um instante sem nenhum mundo no coração

Amor
por Clarice Lispector
Um pouco cansada, com as compras deformando o novo saco de tricô, Ana subiu no bonde. Depositou o volume no colo e o bonde começou a andar. Recostou-se então no banco procurando conforto, num suspiro de meia satisfação.
Os filhos de Ana eram bons, uma coisa verdadeira e sumarenta. Cresciam, tomavam banho, exigiam para si, malcriados, instantes cada vez mais completos. A cozinha era enfim espaçosa, o fogão enguiçado dava estouros. O calor era forte no apartamento que estavam aos poucos pagando. Mas o vento batendo nas cortinas que ela mesma cortara lembrava-lhe que se quisesse podia parar e enxugar a testa, olhando o calmo horizonte. Como um lavrador. Ela plantara as sementes que tinha na mão, não outras, mas essas apenas. E cresciam árvores. Crescia sua rápida conversa com o cobrador de luz, crescia a água enchendo o tanque, cresciam seus filhos, crescia a mesa com comidas, o marido chegando com os jornais e sorrindo de fome, o canto importuno das empregadas do edifício. Ana dava a tudo, tranqüilamente, sua mão pequena e forte, sua corrente de vida.
Certa hora da tarde era mais perigosa. Certa hora da tarde as árvores que plantara riam dela. Quando nada mais precisava de sua força, inquietava-se. No entanto sentia-se mais sólida do que nunca, seu corpo engrossara um pouco e era de se ver o modo como cortava blusas para os meninos, a grande tesoura dando estalidos na fazenda. Todo o seu desejo vagamente artístico encaminhara-se há muito no sentido de tornar os dias realizados e belos; com o tempo, seu gosto pelo decorativo se desenvolvera e suplantara a íntima desordem. Parecia ter descoberto que tudo era passível de aperfeiçoamento, a cada coisa se emprestaria uma aparência harmoniosa; a vida podia ser feita pela mão do homem.
No fundo, Ana sempre tivera necessidade de sentir a raiz firme das coisas. E isso um lar perplexamente lhe dera. Por caminhos tortos, viera a cair num destino de mulher, com a surpresa de nele caber como se o tivesse inventado. O homem com quem casara era um homem verdadeiro, os filhos que tivera eram filhos verdadeiros. Sua juventude anterior parecia-lhe estranha como uma doença de vida. Dela havia aos poucos emergido para descobrir que também sem a felicidade se vivia: abolindo-a, encontrara uma legião de pessoas, antes invisíveis, que viviam como quem trabalha — com persistência, continuidade, alegria. O que sucedera a Ana antes de ter o lar estava para sempre fora de seu alcance: uma exaltação perturbada que tantas vezes se confundira com felicidade insuportável. Criara em troca algo enfim compreensível, uma vida de adulto. Assim ela o quisera e o escolhera.
Sua precaução reduzia-se a tomar cuidado na hora perigosa da tarde, quando a casa estava vazia sem precisar mais dela, o sol alto, cada membro da família distribuído nas suas funções. Olhando os móveis limpos, seu coração se apertava um pouco em espanto. Mas na sua vida não havia lugar para que sentisse ternura pelo seu espanto — ela o abafava com a mesma habilidade que as lides em casa lhe haviam transmitido. Saía então para fazer compras ou levar objetos para consertar, cuidando do lar e da família à revelia deles. Quando voltasse era o fim da tarde e as crianças vindas do colégio exigiam-na. Assim chegaria a noite, com sua tranqüila vibração. De manhã acordaria aureolada pelos calmos deveres. Encontrava os móveis de novo empoeirados e sujos, como se voltassem arrependidos. Quanto a ela mesma, fazia obscuramente parte das raízes negras e suaves do mundo. E alimentava anonimamente a vida. Estava bom assim. Assim ela o quisera e escolhera.
O bonde vacilava nos trilhos, entrava em ruas largas. Logo um vento mais úmido soprava anunciando, mais que o fim da tarde, o fim da hora instável. Ana respirou profundamente e uma grande aceitação deu a seu rosto um ar de mulher.
O bonde se arrastava, em seguida estacava. Até Humaitá tinha tempo de descansar. Foi então que olhou para o homem parado no ponto.
A diferença entre ele e os outros é que ele estava realmente parado. De pé, suas mãos se mantinham avançadas. Era um cego.
O que havia mais que fizesse Ana se aprumar em desconfiança? Alguma coisa intranqüila estava sucedendo. Então ela viu: o cego mascava chicles... Um homem cego mascava chicles.
Ana ainda teve tempo de pensar por um segundo que os irmãos viriam jantar — o coração batia-lhe violento, espaçado. Inclinada, olhava o cego profundamente, como se olha o que não nos vê. Ele mascava goma na escuridão. Sem sofrimento, com os olhos abertos. O movimento da mastigação fazia-o parecer sorrir e de repente deixar de sorrir, sorrir e deixar de sorrir — como se ele a tivesse insultado, Ana olhava-o. E quem a visse teria a impressão de uma mulher com ódio. Mas continuava a olhá-lo, cada vez mais inclinada — o bonde deu uma arrancada súbita jogando-a desprevenida para trás, o pesado saco de tricô despencou-se do colo, ruiu no chão — Ana deu um grito, o condutor deu ordem de parada antes de saber do que se tratava — o bonde estacou, os passageiros olharam assustados.
Incapaz de se mover para apanhar suas compras, Ana se aprumava pálida. Uma expressão de rosto, há muito não usada, ressurgia-lhe com dificuldade, ainda incerta, incompreensível. O moleque dos jornais ria entregando-lhe o volume. Mas os ovos se haviam quebrado no embrulho de jornal. Gemas amarelas e viscosas pingavam entre os fios da rede. O cego interrompera a mastigação e avançava as mãos inseguras, tentando inutilmente pegar o que acontecia. O embrulho dos ovos foi jogado fora da rede e, entre os sorrisos dos passageiros e o sinal do condutor, o bonde deu a nova arrancada de partida.
Poucos instantes depois já não a olhavam mais. O bonde se sacudia nos trilhos e o cego mascando goma ficara atrás para sempre. Mas o mal estava feito.
A rede de tricô era áspera entre os dedos, não íntima como quando a tricotara. A rede perdera o sentido e estar num bonde era um fio partido; não sabia o que fazer com as compras no colo. E como uma estranha música, o mundo recomeçava ao redor. O mal estava feito. Por quê? Teria esquecido de que havia cegos? A piedade a sufocava, Ana respirava pesadamente. Mesmo as coisas que existiam antes do acontecimento estavam agora de sobreaviso, tinham um ar mais hostil, perecível... O mundo se tornara de novo um mal-estar. Vários anos ruíam, as gemas amarelas escorriam. Expulsa de seus próprios dias, parecia-lhe que as pessoas da rua eram periclitantes, que se mantinham por um mínimo equilíbrio à tona da escuridão — e por um momento a falta de sentido deixava-as tão livres que elas não sabiam para onde ir. Perceber uma ausência de lei foi tão súbito que Ana se agarrou ao banco da frente, como se pudesse cair do bonde, como se as coisas pudessem ser revertidas com a mesma calma com que não o eram.
O que chamava de crise viera afinal. E sua marca era o prazer intenso com que olhava agora as coisas, sofrendo espantada. O calor se tornara mais abafado, tudo tinha ganho uma força e vozes mais altas. Na Rua Voluntários da Pátria parecia prestes a rebentar uma revolução, as grades dos esgotos estavam secas, o ar empoeirado. Um cego mascando chicles mergulhara o mundo em escura sofreguidão. Em cada pessoa forte havia a ausência de piedade pelo cego e as pessoas assustavam-na com o vigor que possuíam. Junto dela havia uma senhora de azul, com um rosto. Desviou o olhar, depressa. Na calçada, uma mulher deu um empurrão no filho! Dois namorados entrelaçavam os dedos sorrindo... E o cego? Ana caíra numa bondade extremamente dolorosa.
Ela apaziguara tão bem a vida, cuidara tanto para que esta não explodisse. Mantinha tudo em serena compreensão, separava uma pessoa das outras, as roupas eram claramente feitas para serem usadas e podia-se escolher pelo jornal o filme da noite - tudo feito de modo a que um dia se seguisse ao outro. E um cego mascando goma despedaçava tudo isso. E através da piedade aparecia a Ana uma vida cheia de náusea doce, até a boca.
Só então percebeu que há muito passara do seu ponto de descida. Na fraqueza em que estava, tudo a atingia com um susto; desceu do bonde com pernas débeis, olhou em torno de si, segurando a rede suja de ovo. Por um momento não conseguia orientar-se. Parecia ter saltado no meio da noite.
Era uma rua comprida, com muros altos, amarelos. Seu coração batia de medo, ela procurava inutilmente reconhecer os arredores, enquanto a vida que descobrira continuava a pulsar e um vento mais morno e mais misterioso rodeava-lhe o rosto. Ficou parada olhando o muro. Enfim pôde localizar-se. Andando um pouco mais ao longo de uma sebe, atravessou os portões do Jardim Botânico.
Andava pesadamente pela alameda central, entre os coqueiros. Não havia ninguém no Jardim. Depositou os embrulhos na terra, sentou-se no banco de um atalho e ali ficou muito tempo.
A vastidão parecia acalmá-la, o silêncio regulava sua respiração. Ela adormecia dentro de si.
De longe via a aléia onde a tarde era clara e redonda. Mas a penumbra dos ramos cobria o atalho.
Ao seu redor havia ruídos serenos, cheiro de árvores, pequenas surpresas entre os cipós. Todo o Jardim triturado pelos instantes já mais apressados da tarde. De onde vinha o meio sonho pelo qual estava rodeada? Como por um zunido de abelhas e aves. Tudo era estranho, suave demais, grande demais.
Um movimento leve e íntimo a sobressaltou — voltou-se rápida. Nada parecia se ter movido. Mas na aléia central estava imóvel um poderoso gato. Seus pêlos eram macios. Em novo andar silencioso, desapareceu.
Inquieta, olhou em torno. Os ramos se balançavam, as sombras vacilavam no chão. Um pardal ciscava na terra. E de repente, com mal-estar, pareceu-lhe ter caído numa emboscada. Fazia-se no Jardim um trabalho secreto do qual ela começava a se aperceber.
Nas árvores as frutas eram pretas, doces como mel. Havia no chão caroços secos cheios de circunvoluções, como pequenos cérebros apodrecidos. O banco estava manchado de sucos roxos. Com suavidade intensa rumorejavam as águas. No tronco da árvore pregavam-se as luxuosas patas de uma aranha. A crueza do mundo era tranqüila. O assassinato era profundo. E a morte não era o que pensávamos.
Ao mesmo tempo que imaginário — era um mundo de se comer com os dentes, um mundo de volumosas dálias e tulipas. Os troncos eram percorridos por parasitas folhudas, o abraço era macio, colado. Como a repulsa que precedesse uma entrega — era fascinante, a mulher tinha nojo, e era fascinante.
As árvores estavam carregadas, o mundo era tão rico que apodrecia. Quando Ana pensou que havia crianças e homens grandes com fome, a náusea subiu-lhe à garganta, como se ela estivesse grávida e abandonada. A moral do Jardim era outra. Agora que o cego a guiara até ele, estremecia nos primeiros passos de um mundo faiscante, sombrio, onde vitórias-régias boiavam monstruosas. As pequenas flores espalhadas na relva não lhe pareciam amarelas ou rosadas, mas cor de mau ouro e escarlates. A decomposição era profunda, perfumada... Mas todas as pesadas coisas, ela via com a cabeça rodeada por um enxame de insetos enviados pela vida mais fina do mundo. A brisa se insinuava entre as flores. Ana mais adivinhava que sentia o seu cheiro adocicado... O Jardim era tão bonito que ela teve medo do Inferno.
Era quase noite agora e tudo parecia cheio, pesado, um esquilo voou na sombra. Sob os pés a terra estava fofa, Ana aspirava-a com delícia. Era fascinante, e ela sentia nojo.
Mas quando se lembrou das crianças, diante das quais se tornara culpada, ergueu-se com uma exclamação de dor. Agarrou o embrulho, avançou pelo atalho obscuro, atingiu a alameda. Quase corria — e via o Jardim em torno de si, com sua impersonalidade soberba. Sacudiu os portões fechados, sacudia-os segurando a madeira áspera. O vigia apareceu espantado de não a ter visto.
Enquanto não chegou à porta do edifício, parecia à beira de um desastre. Correu com a rede até o elevador, sua alma batia-lhe no peito — o que sucedia? A piedade pelo cego era tão violenta como uma ânsia, mas o mundo lhe parecia seu, sujo, perecível, seu. Abriu a porta de casa. A sala era grande, quadrada, as maçanetas brilhavam limpas, os vidros da janela brilhavam, a lâmpada brilhava — que nova terra era essa? E por um instante a vida sadia que levara até agora pareceu-lhe um modo moralmente louco de viver. O menino que se aproximou correndo era um ser de pernas compridas e rosto igual ao seu, que corria e a abraçava. Apertou-o com força, com espanto. Protegia-se tremula. Porque a vida era periclitante. Ela amava o mundo, amava o que fora criado — amava com nojo. Do mesmo modo como sempre fora fascinada pelas ostras, com aquele vago sentimento de asco que a aproximação da verdade lhe provocava, avisando-a. Abraçou o filho, quase a ponto de machucá-lo. Como se soubesse de um mal — o cego ou o belo Jardim Botânico? — agarrava-se a ele, a quem queria acima de tudo. Fora atingida pelo demônio da fé. A vida é horrível, disse-lhe baixo, faminta. O que faria se seguisse o chamado do cego? Iria sozinha... Havia lugares pobres e ricos que precisavam dela. Ela precisava deles... Tenho medo, disse. Sentia as costelas delicadas da criança entre os braços, ouviu o seu choro assustado. Mamãe, chamou o menino. Afastou-o, olhou aquele rosto, seu coração crispou-se. Não deixe mamãe te esquecer, disse-lhe. A criança mal sentiu o abraço se afrouxar, escapou e correu até a porta do quarto, de onde olhou-a mais segura. Era o pior olhar que jamais recebera. Q sangue subiu-lhe ao rosto, esquentando-o.
Deixou-se cair numa cadeira com os dedos ainda presos na rede. De que tinha vergonha?
Não havia como fugir. Os dias que ela forjara haviam-se rompido na crosta e a água escapava. Estava diante da ostra. E não havia como não olhá-la. De que tinha vergonha? É que já não era mais piedade, não era só piedade: seu coração se enchera com a pior vontade de viver.
Já não sabia se estava do lado do cego ou das espessas plantas. O homem pouco a pouco se distanciara e em tortura ela parecia ter passado para o lados que lhe haviam ferido os olhos. O Jardim Botânico, tranquilo e alto, lhe revelava. Com horror descobria que pertencia à parte forte do mundo — e que nome se deveria dar a sua misericórdia violenta? Seria obrigada a beijar um leproso, pois nunca seria apenas sua irmã. Um cego me levou ao pior de mim mesma, pensou espantada. Sentia-se banida porque nenhum pobre beberia água nas suas mãos ardentes. Ah! era mais fácil ser um santo que uma pessoa! Por Deus, pois não fora verdadeira a piedade que sondara no seu coração as águas mais profundas? Mas era uma piedade de leão.
Humilhada, sabia que o cego preferiria um amor mais pobre. E, estremecendo, também sabia por quê. A vida do Jardim Botânico chamava-a como um lobisomem é chamado pelo luar. Oh! mas ela amava o cego! pensou com os olhos molhados. No entanto não era com este sentimento que se iria a uma igreja. Estou com medo, disse sozinha na sala. Levantou-se e foi para a cozinha ajudar a empregada a preparar o jantar.
Mas a vida arrepiava-a, como um frio. Ouvia o sino da escola, longe e constante. O pequeno horror da poeira ligando em fios a parte inferior do fogão, onde descobriu a pequena aranha. Carregando a jarra para mudar a água - havia o horror da flor se entregando lânguida e asquerosa às suas mãos. O mesmo trabalho secreto se fazia ali na cozinha. Perto da lata de lixo, esmagou com o pé a formiga. O pequeno assassinato da formiga. O mínimo corpo tremia. As gotas d'água caíam na água parada do tanque. Os besouros de verão. O horror dos besouros inexpressivos. Ao redor havia uma vida silenciosa, lenta, insistente. Horror, horror. Andava de um lado para outro na cozinha, cortando os bifes, mexendo o creme. Em torno da cabeça, em ronda, em torno da luz, os mosquitos de uma noite cálida. Uma noite em que a piedade era tão crua como o amor ruim. Entre os dois seios escorria o suor. A fé a quebrantava, o calor do forno ardia nos seus olhos.
Depois o marido veio, vieram os irmãos e suas mulheres, vieram os filhos dos irmãos.
Jantaram com as janelas todas abertas, no nono andar. Um avião estremecia, ameaçando no calor do céu. Apesar de ter usado poucos ovos, o jantar estava bom. Também suas crianças ficaram acordadas, brincando no tapete com as outras. Era verão, seria inútil obrigá-las a dormir. Ana estava um pouco pálida e ria suavemente com os outros. Depois do jantar, enfim, a primeira brisa mais fresca entrou pelas janelas. Eles rodeavam a mesa, a família. Cansados do dia, felizes em não discordar, tão dispostos a não ver defeitos. Riam-se de tudo, com o coração bom e humano. As crianças cresciam admiravelmente em torno deles. E como a uma borboleta, Ana prendeu o instante entre os dedos antes que ele nunca mais fosse seu.
Depois, quando todos foram embora e as crianças já estavam deitadas, ela era uma mulher bruta que olhava pela janela. A cidade estava adormecida e quente. O que o cego desencadeara caberia nos seus dias? Quantos anos levaria até envelhecer de novo? Qualquer movimento seu e pisaria numa das crianças. Mas com uma maldade de amante, parecia aceitar que da flor saísse o mosquito, que as vitórias-régias boiassem no escuro do lago. O cego pendia entre os frutos do Jardim Botânico.
Se fora um estouro do fogão, o fogo já teria pegado em toda a casa! pensou correndo para a cozinha e deparando com o seu marido diante do café derramado.
— O que foi?! gritou vibrando toda.
Ele se assustou com o medo da mulher. E de repente riu entendendo: 
— Não foi nada, disse, sou um desajeitado. Ele parecia cansado, com olheiras.
Mas diante do estranho rosto de Ana, espiou-a com maior atenção. Depois atraiu-a a si, em rápido afago.
— Não quero que lhe aconteça nada, nunca! disse ela.
— Deixe que pelo menos me aconteça o fogão dar um estouro, respondeu ele sorrindo.
Ela continuou sem força nos seus braços. Hoje de tarde alguma coisa tranqüila se rebentara, e na casa toda havia um tom humorístico, triste. É hora de dormir, disse ele, é tarde. Num gesto que não era seu, mas que pareceu natural, segurou a mão da mulher, levando-a consigo sem olhar para trás, afastando-a do perigo de viver.
Acabara-se a vertigem de bondade.
E, se atravessara o amor e o seu inferno, penteava-se agora diante do espelho, por um instante sem nenhum mundo no coração. Antes de se deitar, como se apagasse uma vela, soprou a pequena flama do dia.
Texto extraído no livro “Laços de Família”, Editora Rocco – Rio de Janeiro, 1998, pág. 19, incluído entre “Os cem melhores contos brasileiros do século”, Editora Objetiva – Rio de Janeiro, 2000, seleção de Ítalo Moriconi.
Fonte: Releituras

o seu olhar no meu

usted sabe lo que es sembrar en el desierto

Sembrar en el desierto
Algunos comentaristas de mi web suelen argumentar que no podemos cambiar, que hay estructuras sociales y sentimientos humanos más fuertes que las rocas más duras y, como ellas, inamovibles. Yo no lo creo. No le he creido nunca y no voy a creerlo ahora que me voy haciendo más mayor y tengo que sentirme cada vez más joven. Yo confío y creo en la fuerza transformadora de los seres humanos e incluso, aunque es verdad que a veces tengo dudas, en la fuerza arrolladora de su humanidad. No suele hacer falta que nadie me convenza de eso pero a menudo recibo muestras de que no soy el único que piensa así y eso hace aún más profundas mis creencias. Hace unos días me ha vuelto a pasar. Recibí unas declaraciones del médico tunecino Moncef Marzouki, un opositor a la dictadura de Túnez que durante los últimos años había vivido exiliado en Francia y que de nuevo ha vuelto a su país, y me siento aún más convencido de que, más tarde o más temprano, como dijo Salvador Allende,"se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre". Dice Marzouki:
"Tengo dos técnicas para mantener una actitud psicológica positiva. La primera es que me digo que el tiempo geológico no es el tiempo de las civilizaciones, que el tiempo de las civilizaciones no es el de los regímenes políticos y que el tiempo de los regímenes no es el de los hombres. Hay que aceptarlo. Si me comprometo en el proyecto de transformar Túnez, con quince siglos de antiguedad, no voy a transformarla en veinte años. Debo aceptar por tanto los plazos del tiempo largo. Y a partir de ahí, no me desanimo, porque mi horizonte no consiste en los próximos seis meses o en la próxima elección presidencial: es el de los próximos cien años, que yo no veré, como es evidente.
Y la otra técnica proviene del hecho que soy un hombre del sur. Vengo del desierto y vi a mi abuelo sembrar en el desierto.  No sé si usted sabe lo que es sembrar en el desierto. Siembra en una tierra árida y luego espera. Si cae la lluvia, recolecta. No sé si usted ha visto el desierto después de la lluvia, ¡es como la Bretaña!. Un día, usted marcha sobre una tierra completamente quemada, luego llueve y lo que sigue, usted se pregunta cómo ha podido producirse: tienes flores, verdor...Todo simplemente porque los granos ya estaban ahí...Esta imagen me marcó de verdad cuando era niño. Y, en consecuencia, ¡hay que sembrar! ¡Incluso en el desierto, hay que sembrar!
Y es de esta manera que veo mi trabajo. Siembro y si mañana llueve, está bien, y si no, al menos los granos están ahí, porque ¿qué va a pasar si no siembro? ¿Sobre qué caerá la lluvia? ¿Qué es lo que va a crecer, piedras? Es la actitud que adopto: sembrar en el desierto... ". 
Fonte: Ganas de Escribir, 01/02/2011

provavelmente um ditado milenar oriental

"Aquele que não tem capacidade de se prender a pessoas e desejos não pode ter o coração despedaçado".

um quebra cabeça que mostra opção pelo privado

Subfinanciamento do SUS influi no crescimento dos planos de saúde

por Fabíola Tavares - Agência Fiocruz de Notícias
.
Embora o país tenha uma política pública de saúde universal destinada a toda população, o Sistema Único de Saúde (SUS), o número de usuários de planos de assistência médica com ou sem odontologia no Brasil cresceu três vezes mais que a população brasileira no período de 2000 a 2008 (33,29% contra 10,7%). Esse crescimento está relacionado ao subfinanciamento do SUS e com a renúncia fiscal feita pelo governo federal, que permite que pessoas e empresas abatam no Imposto de Renda os gastos com saúde privada.
Essa é uma das conclusões a qual chegou um estudo realizado no Centro de Pesquisa Aggeu Magalhães (CPqAM/Fiocruz Pernambuco) pela assistente social Débora Maltez, em seu mestrado em saúde pública, sob orientação do pesquisador Garibalde Gurgel.
Para ela, esse quadro revela a opção do governo pela assistência à saúde privada em desfavorecimento da assistência pública universal. “Essas questões estão relacionadas, mas não há casualidade entre elas. Essas são peças de um quebra cabeça que mostra opção pelo privado. Nunca houve prioridade ao SUS”, adverte Débora. Em 2008, 21,1% da população brasileira estava ligada a um plano de assistência médica, segundo dado da Agência Nacional de Saúde Suplementar (ANS).
Na pesquisa foi observado o crescimento do número de usuários de sete modalidades de planos de saúde no período de 2000 a 2008: medicina de grupo, cooperativa médica, odontologia de grupo, seguradoras especializadas em saúde, autogestão, cooperativa odontológica e filantropia. Dentre essas, a pesquisadora destacou que as cooperativas médicas cresceram 78,66%, enquanto as empresas de medicina de grupo e as seguradoras especializadas em saúde tiveram, respectivamente, 29,03% e 7,52% de crescimento. Já as autogestões tiveram crescimento negativo (0,94%) no quantitativo de usuários. No referente à receita/despesa, o setor de planos de saúde apresentou, no período de 2001 a 2008, um crescimento de receita menor que o crescimento da despesa total. Já as seguradoras especializadas em saúde, odontologia de grupo e cooperativas odontológicas constituíram-se exceções, pois o crescimento de suas receitas foi maior que o de suas despesas.
O financiamento da saúde pública também sofreu um incremento de 2000 a 2006, de acordo com o estudo, “porém esse aumento está aquém do necessário, apesar do SUS ser uma proposta universal”. A pesquisadora acredita que tal fato está relacionado com a aprovação da Emenda Constitucional 29, que estabeleceu o repasse de recursos das três esferas de governo (municípios, estados e União), possibilitando maior estabilidade ao financiamento.
Em 2006, o valor total dos repasses representou menos de 4% do Produto Interno Bruto (PIB). No mesmo ano, os gastos públicos do Brasil em saúde representaram 45,3%, contra 69,9% do Canadá, que também tem um sistema público universal. “Os nossos gastos públicos são semelhantes aos dos Estados Unidos (44,6%), onde a política de saúde tem caráter liberal”, completa Débora, que é fiscal da ANS.
Na pesquisa, além da análise de dados documentais e coleta em bases de dados oficiais, foram entrevistados representantes do governo, das instituições operadoras de planos de saúde, dos consumidores, dos prestadores de serviços, do Conselho Nacional de Saúde (CNS) e dois pesquisadores da saúde pública. Alguns relacionaram ao financiamento do SUS outras questões, como o acesso, a gestão e a qualidade da assistência prestada.
Renúncia fiscal
Sobre a renúncia fiscal, dados da Receita Federal mostram que, de 1988 a 2003, os gastos declarados como despesas de saúde por pessoas físicas e jurídicas aumentaram 127,25% e 36,29%, respectivamente. Para muitos entrevistados, entre eles o representante da ANS, esses benefícios são incentivos governamentais ao mercado de planos de saúde e promovem a iniquidade por tirar recursos da coletividade e destinar a setores com melhores condições na sociedade. Os benefícios também favorecem à classe média.
Para os representantes de planos de saúde, a renúncia demonstra a incapacidade de o governo oferecer serviço de saúde satisfatório à população e desonera o SUS, já que segmentos populacionais são atendidos pelos serviços privados e não pelo sistema. Há também aqueles, como a Associação Brasileira de Medicina de Grupo (Abramge), que acreditam que a renúncia favoreça à equidade uma vez que as pessoas que têm necessidades diferenciadas podem ser tratadas de tal forma.
A extinção da renúncia fiscal para alguns atores traria consequências negativas para o mercado por forçar a migração dos usuários para o SUS. Outros, no entanto, acreditam que não haveria abalos significativos para o setor de planos de saúde. Estudos internacionais observaram que o fim dos benefícios tributários relacionados às despesas com saúde, feitas por famílias e empresas, não gerou diminuição proporcional da demanda por serviços privados de saúde. No caso brasileiro, o estudo aponta que a extinção da renúncia fiscal poderia favorecer às operadoras líderes, que têm maior porte econômico e são capazes de suportar melhor esse impacto.
Fonte: EcoDebate, 01/02/2011

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