sexta-feira, julho 30, 2010

Anima Mundi

Anima Mundi exibe 452 filmes nacionais e estrangeiros

A 18ª edição do festival de animação chega à maioridade tendo o Brasil como o país com maior número de inscrições

por Da redação
Divulgação
Runaway, filme premiado em 2009 no festival de Cannes como Melhor Curta. A obra é de Cordell Barker, que estará presente no Anima Mundi
Entre os dias 28 de julho e 1º de agosto, o Memorial da América Latina e o CCBB de São Paulo recebem a 18ª edição do Anima Mundi. Neste ano, o festival recebeu mais de 300 inscrições de filmes brasileiros, entre os 1500 de lugares como França, Alemanha, Austrália, Israel e Taiwan. O Brasil é o país com o maior número de obras: são 108 títulos dos 452 escolhidos. Os ingressos para conferir todas as animações custam R$ 6 (meia-entrada de R$ 3) - vendas podem ser antecipadas para todos os dias. Já as sessões infantis são gratuitas.
O festival que já exibiu quase 6 mil filmes e recebeu quase 1 milhão de espectadores tem oficinas gratuitasdas quais crianças também podem participar. No Memorial da América Latina serão ensinadas técnicas de animação como desenho animado (para maiores de 10 anos) e película, massinha e areia (a partir de 8 anos). No CCBB haverá oficina de recortes para crianças maiores de 8 anos.
O evento conta também com palestras de animadores premiados. No dia 28, o Memorial terá a presença do canadense Cordell Barker e do inglês Daniel Greaves, ganhador de um Oscar e de um Cartoon D’Or em Cannes. No dia 30, o brasileiro Guilherme Marcondes exibirá parte de sua produção e responderá a perguntas do público. A programação completa está no site www.animamundi.com.br

Fundação Memorial da América Latina: Av. Auro Soares de Moura Andrade 664 - Barra Funda, tel.: 3823-4600. Horário de funcionamento: 11h às 24h.


Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB): Rua Álvares Penteado, 112 – Centro, tel.: 3113-3651. Horário de funcionamento: 10h às 20h.


Confira trailer do vídeo do canadense Cordell Barker: 

Fonte: Revista Época São Paulo.

Los déficits importan, pero...

Los déficits importan, pero no de la manera que se cree: apostilla al debate Galbraith/Krugman
Randall Wray · · · · ·
 
25/07/10
 
En los últimos meses, una especie de histeria de masas ha llegado a embargar al país, a medida que el miedo a unos déficits presupuestarios "insostenibles" ha venido a suceder a la preocupación suscitada por la crisis financiera, por la pérdida del empleo y por el desplome de los precios de las viviendas. Lo que resulta más perturbador es que ese cambio de foco llega precisamente en el momento en que los paquetes de estímulos públicos van decayendo y sus beneficios temporales se diluyen para la opinión pública. Y lo que es peor: la economía se halla verosímilmente a años luz de una plena recuperación. Es verdad que al menos parte de esa histeria ha sido fabricada por la campaña de relaciones públicas munificentemente financiada por el [multimillonario ] Pete Peterson y encabezada por la Comisión Nacional de Responsabilidad y Reforma Fiscal del presidente Obama, un grupo supuestamente compuesto por miembros de todo el espectro político, pero todos comprometidos con la idea de que  la actual situación fiscal coloca a la nación en una senda de ruinoso endeudamiento. Pero lo cierto es que incluso palomas del déficit como Paul Krugman, partidarios ahora mismo de mayores estímulos públicos, se muestran temerosos de futuros "déficits estructurales". Insisten en que, aunque no necesitamos en equilibrar los presupuestos en el presente, tendremos que poner la "casa fiscal" en orden cuando se recupere la economía.
Hay una punto de vista alternativo propuesto por los economistas partidarios de lo que ha venido en llamarse la "Nueva Teoría Monetaria", unánimes a la hora de subrayar la radical diferencia existente entre un Estado soberano emisor de moneda y los usuarios de moneda (hogares, empresas y Estados no soberanos). (Véase AQUÍ.) Insisten en que nociones "sostenibilidad fiscal" o "solvencia" no resultan aplicables a un Estado soberano, que no puede ser forzado a una quiebra involuntaria por deudas denominadas en su propia moneda. Un Estado soberano gasta o bien a partir de cuentas bancarias de crédito o bien emitiendo papel moneda. Nunca se le cerrará el acceso que tiene a las cuentas bancarias de crédito, y mientras disponga de papel y de tinta, podrá seguir imprimiendo papel moneda. Este enunciado, o eso al menos nos atrevemos a creer, es un aserto tan sencillo, que debería estar completamente fuera de discusión. No se trata de una propuesta política; es una descripción precisa del proceso de gasto empleado por todos los Estados soberanos que emiten moneda.
Y sin embargo, hay al respecto un sinnúmero de ideas confundidas –y confundentes— en circulación, que merecen ser debatidas y aclaradas. Muchos –a menudo, economistas procedentes de la escuela austríaca— interpretan este sencillo aserto como una especie de complot leninista para destruir la moneda nacional, con helicópteros negros lanzando un infinito suministro de sacos de dinero por todo el planeta. Lo que suele acompañarse de una diatriba contra los peligros de la moneda fiduciaria y el consiguiente llamamiento a volver al "dinero sensato", fundado en el metal amarillo. Otros, en cambio, sugieren que lo que buscamos es el incremento de las dimensiones del Estado, hasta que se complete el conocido plan de Obama de engullir a la economía toda. Casi todas las críticas se aferran a las lecciones que habría que sacar de la Alemania de Weimar y de Zimbabue.
La más extraña entre esas críticas es la que sostiene que. los partidarios de la Nueva Teoría Monetaria sostenemos que "los déficits no importan". En un intercambio reciente desarrollado en las páginas del New York Times, Paul Krugman lo planteó del siguiente modo: "Pero aquí está la cosa: hay una escuela de pensamiento que dice que los déficits nunca son un problema, mientras un país puede emitir su propia moneda". En esta pieza, Krugman llama a capítulo a  Jaime Galbraith por sostener que ni la "insolvencia, ni la quiebra, ni siquiera unos tipos más elevados de interés, son riesgos a los que en el presente tenga que enfrentarse un Estado soberano". No entraré en los detalles, pero Krugman construye un modelo sencillo en el que déficits presupuestarios cada vez más grandes generan precios cada vez más altos. [Para ver [la versión castellana] del intercambio entre Krugman y Galbraith, pulse KRUGMAN yGALBRAITH .] Pero lo que resulta extraño es que Krugman en ningún momento entra en la crítica del argumento de Galbraith, según el cual, ni la insolvencia, ni la quiebra, ni los elevados tipos de interés son asuntos de los que deba preocuparse un Estado soberano. Tampoco acredita Krugman su opinión de que, para la Nueva Teoría Monetaria, los "déficits nunca serían un problema".
Lo cierto es que los partidarios de la Nueva Teoría Monetaria nunca han dicho que "los déficits no son un problema". Lo que sostenemos es que un Estado soberano no puede ser forzado a una quiebra involuntaria. Nunca hemos dicho que las monedas soberanas estén libres de inflación. Nunca he hemos dicho que las monedas en régimen de tasa de cambio flotante estén libres de fluctuaciones de esa tasa; siempre hemos dicho que si los gobiernos tratan de incrementar el gasto por encima del pleno empleo, eso resultará inflacionario; también hemos explorado vías, a través de las cuales los gobiernos podrían provocar inflación incluso antes de llegarse al pleno empleo. Siempre hemos abogado por unas tasas de cambio flotantes en las que, bueno, las tasas de cambio "flotan". Aunque hemos rechazado toda relación simple entre los déficits presupuestarios y la depreciación de la tasa de cambio, hemos admitido que la depreciación de la moneda es uno de los posibles resultados del empleo de políticas públicas encaminadas a estimular la economía.
Uno de los escenarios favoritos de los críticos es el del déficit público que, más y más crecido, termina por causar un incremento continuo de la razón entre la deuda pública y el PIB. A medida que los pagos de intereses por la deuda contraída crecen, los Estados se enfrentan a un círculo vicioso de déficits crecientes, más deuda, más servicio de intereses, tasas más elevadas de interés y déficits ulteriormente crecientes.
Nuestra réplica tiene dos componentes.
Primero: vale; aceptemos esta prensa. ¿Será el Estado capaz de hacer frente a todos los pagos (incluidos los intereses pagados por la deuda) en el momento de su vencimiento? La respuesta es, evidentemente: "sí, mediante cuentas bancarias de crédito". La insolvencia no es posible cuando lo que uno gasta denpende simplemente de apretar una tecla. Entonces el crítico cambia rápidamente de tercio: ¡Weimar! ¡Zimbabue! ¡Vas a destruir la moneda! De acuerdo, pero era vuestro escenario, no el mío. Y aun en tu escenario, el peor de los posibles, el Estado no puede ser forzado a la quiebra. En cambio, Krugman sostiene que "el gobierno podría decidir que la quiebra es mejor opción que la hiperinflación". En otras palabras: Krugman da una larga cambiada hacia la política –el gobierno "decide" quebrar—, porque la teoría económica no le ofrece el resultado que él quiere.
Segundo: vuestro escenario es harto implausible. A medida que crecen los déficits presupuestarios, crecen también los ingresos (puesto que el gasto público es mayor que la recaudación fiscal, añade ingreso neto al sector no público) y la riqueza (los ahorros no públicos acumulados en forma de deuda pública) del sector no público. Al final, eso causa el crecimiento del gasto privado y de la producción. A medida que se calienta la economía, la recaudación fiscal comienza a crecer más rápidamente que el gasto público o que el PIB. (En los dos últimos ciclos registrados en los EEUU, en la fase expansiva la recaudación fiscal federal creció dos veces más rápido que el PIB y que el gasto público.) Eso reduce el déficit público (¿se acuerdan ustedes de los excedentes presupuestarios durante el auge económico de Clinton?) Aun si el gasto público se redujera al servicio de los intereses (en el modelo construido por Krugman, el déficit es generado por el pago de intereses), también generaría ingreso y gasto no publico. En otras palabras, el auge del ciclo económico reducirá automáticamente el déficit presupuestario. El escenario construido por nuestros críticos ignora simplemente los "estabilizadores automáticos", causantes de la oscilación contracíclica del déficit.
¿Y qué pasa, si la economía choca con una restricción de pleno empleo, pero el gobierno se enterquece en seguir gastando, disparando los precios hacia la hiperinflación? Aun cuando los ingresos  y, por tanto, la recaudación fiscal crezcan, el gasto público siempre irá un paso por delante. Éste es el escenario krugmaniano de "inflación infinita".
Vale. Nosotros nunca dijimos que un Estado soberano adoptará necesariamente una buena política económica. La última vez que los EEUU se acercaron a una situación parecida fue en la economía saturada con sobreempleo de la II Guerra Mundial. En vez de exigir recursos al sector privado, el gobierno tomó el partido de los controles de precios, del racionamiento y de los ahorros patrióticos. De este modo, mantuvo baja la inflación, llevó el déficit público a un nivel del 25% del PIB y cargó a los bancos y a las familias con sana deuda soberana. Dicho sea de pasada: el padre de Jamie Galbraith, John Kenneth Galbraith, fue entonces el comandante supremo de la batalla nacional contra la inflación. Luego de la Guerra, la capacidad de gasto privado estaba sin traba, el PIB creció relativamente rápido y los tipos de la deuda pública cayeron, no porque se retirara deuda, sino porque el denominador del quebrado –el PIB— creció más rápidamente que el numerador –la deuda; véase AQUÍ—). En otras palabras, Galbraith padre se sirvió de una política racionalmente concebida para evitar el destino de Zimbaue. No entiendo por qué Krugman prefiere creer que nuestros políticos elegirían la hiperinflación, en vez de una política más racional. Si hay algo que los políticos de las naciones desarrolladas del período de postguerra odian es una inflación galopante. Dicho de otra manera: la opción política no será la de decidir entre la hiperinflación y la quiebra, sino la de usar racionalmente una política antiinflacionaria en caso de que se necesite prevenir la hiperinflación.
Si podemos ir más allá de los miedos a la insolvencia nacional, entonces se nos ofrecerán muchos asuntos sobre los que valdrá la pena discutir fructíferamente. Aunque la inflación no será un problema por muchos años, las presiones sobre los precios podrían volver algún día. Los problemas que entraña la inestabilidad de la tasa de cambio son importantes, al menos para algunas naciones. El desempleo es un problema crónico, incluso en la fase culminante del ciclo económico. El envejecimiento plantea cuestiones muy serias sobre la asignación de recursos, especialmente en materia de asistencia sanitaria. La pobreza y la falta de techo se dan en medio de una relativa abundancia. Limitarse a reconocer que nuestro Estado soberano no puede quebrar no resuelve todos los problemas, pero hace más fácil resolverlos. Podemos necesitar más gasto público, y, sí, incluso incurrir en déficits presupuestarios, para atacar esos problemas.
Así pues, en resolución, sí, los déficits importan, pero no para la solvencia.
L. Randall Wray es uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives. Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e investigador en el "Center for Full Employment and Price Stability". Ha sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la Association for Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990).
Fonte: Revista Sin Permiso
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench

límites de los déficits públicos - réplica

Más sobre los límites de los déficits públicos
James K. Galbraith · · · · ·
 
25/07/10
 
James Galbraith replica a la crítica de Paul Krugman.

El argumento de Paul es que la inflación “infinita” es una posibilidad teórica. Bueno; sí. Ocurrió en Alemania en 1923.
No hay razón para recortar ahora los gastos en seguridad social y asistencia sanitaria, con efectos futuros, a fin de evitar la posibilidad teórica de que alguna combinación de políticas pudiera llevar en un futuro a las condiciones económicas de la Alemania posterior a la I Guerra Mundial.
Esas condiciones eran desesperadamente restrictivas en términos de recursos.
En el mundo actual en que vivimos, el gobierno no tiene que “convencer al sector privado para que libere recursos”. En el mundo actual, el sector privado ya ha liberado esos recursos, decenas de millones de personas lo han hecho.
Todo lo que el gobierno tiene que hacer, en el mundo actual, es movilizar esos recursos, cosa que hace emitiendo cheques, sobre todo para pagar a la gente, a fin de que ésta haga cosas útiles.
No hay razón para que eso sea considerado “costoso”. Si se hace bien, en términos económicos significa simplemente la reducción del despilfarro que es el desempleo.
Ni es necesario, cuando el gobierno emite un cheque, que emita también un bono para “tomar prestado” el dinero que respalda al cheque. El cheque crea dinero en primera instancia. (Sí, lo hace de la nada, cambiando las cifras en las cuentas bancarias.)
Operacionalmente, eso es una reserva libre en el sistema bancario. La razón de que el gobierno emita luego un bono de deuda pública es que los bancos quieren tener una tasa de interés más alta de la que consiguen con las reservas, y al gobierno le gusta tenerlos  agradecidos.
Por eso no fracasan nunca las subastas del Tesoro: el gobierno ya ha creado la demanda para los bonos, emitiendo cheques para el sistema bancario.
Si el gobierno gastara, pero se negara a “tomar prestado”, ¿qué ocurriría? Poca cosa. Los bancos mantendrían sus reservas como efectivo más que como bonos, y sus ingresos serían un poco menores. Por lo regular, no es verdad que las gentes –o los bancos— se apresten a pasarse de los dólares a los sacos de carbón, a menos que el nivel de precios ya se haya disparado al alza y esté fuera de control.
¡Es muy difícil que los demás te acepten carbón en vez de dólares!
El error lógico de Paul consiste en aceptar el consecuente. Acepta la inflación, que es la causa de que se huya del dinero. Pero si no se huye del dinero, no habrá, por regla general, inflación.
Es verdad también que resulta técnicamente posible que los bancos y otros pudieran empezar a deshacerse de los dólares y a comprar petróleo, trigo, caucho, etc ( ¡y a alquilar almacenes!), lo que haría subir el nivel de precios.
Yo escribí –correcta y deliberadamente— que la quiebra, la insolvencia y unos tipos elevados de interés real no constituían riesgo alguno. La inflación es un riesgo.
Seamos claros: quiero decir con esto que el riesgo corrido es el de un incremento común y corriente de la tasa de inflación, no el de un escenario de “inflación infinita”.
La inflación, por poco atractiva que resulte, no es ni remotamente comparable a la quiebra o la insolvencia, a menos que te metas en el escenario de “inflación infinita” de Paul. Así pues, ¿qué hay de ese escenario?
En su modelo, ese escenario es originado por su monetarista (teoría cuantitativa) simplificación, según la cual el incremento monetario va a parar directamente a los precios. Pero eso es precisamente un error de modelación. En el mundo real, especialmente en condiciones genéricamente deflacionarias, las gentes –y los bancos— simplemente se aferran al efectivo. Hay un Paul Krugman que entiende esto, tras haber estudiado durante muchos años el estancamiento japonés.
Sin embargo, y una vez más, en el estado presente de la economía, y en un futuro previsible –salvo para el sector energético—, no cabe duda de que un pequeño aumento de la inflación es un riesgo de todo punto menor.
Mi posición es que el gobierno debería centrarse en los problemas reales: desempleo, asistencia a las personas mayores, energía, cambio climático y el desastre del Golfo de México.
El llamado déficit a largo plazo no es un problema real. Y los mercados de capitales demuestran día tras día que coinciden con este juicio al comprar bonos del Tesoro a largo plazo a tipos de interés históricamente bajos.
James K. Galbraith es profesor de economía en la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, de la University of Texas-Austin. Hijo del llorado economista canadiense John K. Galbraith, ocupó anteriormente varios puestos en el Congreso de los Estados Unidos, incluida la dirección ejecutiva del Joint Economic Committee.
Traducción parawww.sinpermiso.info: Ricardo Timón

Los déficits

Haría cualquier cosa en favor de los estímulos públicos, pero no esto...
Paul Krugman · · · · ·
 
25/07/10
 
Es realmente irrelevante para los actuales debates políticos, pero hay un asunto que me viene encocorando desde hace un tiempo, y he decidido escribir sobre él.
Ahora mismo, el debate político real es si necesitamos austeridad fiscal aun hallándose la economía en un estado de profunda depresión. Obviamente, yo me opongo a eso, porque creo que lo apropiado es, al contrario, incurrir en déficits.
Pero aquí está la cosa: hay una escuela de teoría económica que sostiene que los déficits nunca son un problema, mientras el país pueda seguir emitiendo su propia moneda. El defensor más destacado de esta corriente de pensamiento es seguramente Jamie Galbraith, pero no es el único.
Jamie y yo, creo, estamos completamente de acuerdo respecto de lo que habría que hacer ahora. Así que estamos discutiendo de teoría, no de práctica. Ello es que no puedo acompañarle en su opinión de que:
"Mientras los bancos estadounidenses estén obligados a aceptar cheques del gobierno –es decir, mientras exista la República—, el gobierno podrá gastar y gastará sin necesidad de empréstito, si así decide hacerlo (…) La insolvencia, la quiebra o aun unos tipos de interés real más elevados no constituyen un riesgo para el sistema."  
Ahora bien; yo no creo que esté en lo cierto. A fin de poder gastar, el gobierno debe convencer al sector privado para que libere recursos reales. Puede hacerlo mediante la recaudación fiscal, con empréstitos, o a través de la rentabilidad del señoreaje, imprimiendo moneda. Las tres cosas tienen sus limitaciones. Incluso un país con moneda fiduciaria propia puede quebrar, si se empeña lo bastante.
¿Cómo? Un pequeño modelo ayudará a entenderlo.
Pensemos en términos de un modelo de dos períodos, aunque no necesito decir mucho sobre el primer período. En el período 1, el gobierno toma prestado emitiendo bonos indexados (podría hacerlos nominales, pero entonces necesitaría introducir las expectativas de inflación, y terminaríamos donde estábamos). Eso significa que en el período 2, el gobierno posee un servicio de la deuda por el monto D.
El gobierno puede honrar esta exigencia de servicio de la deuda, en todo o en parte, consiguiendo un excedente primario, un exceso del ingreso respecto del gasto corriente. Supongamos, empero, que  hay un límite máximo, S, al excedente primario factible, un límite impuesto por las restricciones políticas, las circunstancias administrativas (si los impuestos son demasiado altos, todos evadirán), o por el hecho palmario de que la recaudación fiscal no puede rebasar el PIB.
Pero el gobierno dispone también de una imprenta. El ingreso real que recauda sirviéndose de la imprenta es [M(t) - M(t-1)]/P(t), en donde M es la oferta monetaria y P el nivel de precios.
¿Qué determina el nivel de precios? Supongamos una teoría cuantitativa simple, con un nivel de precios proporcional a la oferta monetaria:
P(t) = V*M(t)
Suponiendo eso, estoy partiendo del supuesto más favorable respecto de la capacidad de señoreaje, porque, en la práctica, acudir a la imprenta lleva a una caída en la demanda real del dinero (la gente empieza a servirse de sacos de carbón o de cualesquiera otros substitutos).
Vale. Preguntémonos ahora qué pasa, si el gobierno ha incurrido lo suficiente en deudas como para que el límite máximo al excedente primario sea una restricción forzosa y resulte necesario acudir a la imprenta para salir del paso. En tal caso:

[M(t) - M(t-1)]/P(t) = D – S

Pero P es proporcional a M, de modo que:

[M(t) - M(t-1)]/VM(t) = D – S

Despejando, tenemos que:

M(t)/M(t-1) = 1/[1 - V[D-S]]

¿Y qué implica eso? Puesto que hemos supuesto que el nivel de precios es proporcional a M, lo que esto nos dice es que cuánto más elevada sea la carga de la deuda, tanto más elevada tendrá que ser la tasa de inflación, y que –lo que resulta crucial— a medida que D-S se acerca a un nivel crítico, la inflación generada tiende a infinito. La cosa pinta así:
De modo que hay un nivel máximo de deuda que resulte manejable. En la práctica, si es que tiene sentido decir tal cosa en relación un modelo estilizado, en algún punto por debajo del nivel crítico implicado por el modelo, el gobierno tendría que decidir que la quiebra es una opción mejor que la hiperinflación.
Y volviendo al período 1, los prestadores tomarán en cuenta esta posibilidad. De manera que hay límites reales a los déficits, aun en los países con capacidad para imprimir su propia moneda.
Bien, estoy seguro de que habrá comentarios y réplicas en otros blogs por el estilo de: "¡Ahahá! Krugman admite ahora que los déficits causan hiperinflación! ¡Peter Schiff mola cantidad!". Pues no: en condiciones extremas, los déficits PODRÍAN causar hiperinflación; ahora no estamos, ni por mucho, cerca de una situación así. Lo único que estoy diciendo es que no estoy preparado para seguir a Jamie Galbraith hasta el final. Los déficits pueden causar una crisis; pero no es razón para recortar el gasto público ahora.
Paul Krugman fue Premio Nobel de Economía en 2008. Para leer la réplica de Galbraith, pulse AQUí: Para ver los comentarios de Randal Wray a la polémica Galbraith/Krugman, pulse AQUÍ.
Traducción para www.sinpermiso.info: Roc F.Nyerro

bomba relógio no sistema financeiro

BP, uma bomba relógio no sistema financeiro internacional
Segundo Michael R. Kratke, Professor de Economia Política e Diretor do Instituto de Estudos Superiores da Universidade de Lancaster no Reino Unido, a BP é uma bomba de relógio no sistema financeiro mundial. A empresa refinancia-se com derivados creditícios e fundos de pensões que agora, e para infelicidade dos seus clientes, têm grandes perdas. Dois elementos tão centrais como obsoletos do atual capitalismo – uma economia baseada na energia fóssil e na especulação financeira à escala planetária – levam-nos diretamente à próxima catástrofe.
Michael Kratke - Sin Permiso, 29/07/2010.

O que começou como uma crise financeira em setembro de 2008, com a irrevogável falência do banco Lehman-Brothers, pode agora entrar na próxima ronda com a previsível queda da BP. A transnacional britânica é uma bomba relógio financeira, não só para a Grã-Bretanha mas para todo o Reino Unido. Os custos do desastre petrolífero no Golfo do México estimam-se em 70 bilhões de dólares.
Para os britânicos, a BP é como instituição nacional, a maior sociedade anônima do país, a blue chip mais brilhante do mercado de valores londrino. Muitas pessoas julgam que a BP é uma empresa petrolífera. E é verdade. A BP fornece petróleo, tem oleodutos e refinarias um pouco espalhados por todo o mundo. Mas a BP é, simultaneamente, um banco com um raio de ação internacional que, tal como a Enron ou a General Motors, actua nos mercados financeiros internacionais.
De AA a BBB
Como, oficialmente, não é uma entidade financeira, a British Petroleum esta a meio caminho de ser um negócio OTC ou fora do mercado organizado de valores, isto é, que atua fora das bolsas, num negócio sem regulação nem controle. O refinanciamento é através da titularização de derivados creditícios de alto risco, CSOs [obrigações colaterais sintéticas, na sua sigla inglesa], a que não corresponde qualquer valor patrimonial, mas apenas derivados creditícios. São um próspero comércio esses derivados financeiros. A BP é detentora ou tem participações em pelo menos 18% dos papéis deste tipo que circulam por todo o mundo. Recordamos que a crise financeira mundial foi desencadeada pela queda em cadeia de derivados titularizados: as CDOs [obrigações de dívida colateral, na sua sigla inglesa] e os CDS [derivados creditícios de dívida, na sua sigla inglesa]. Agora, os riscos nas CSOs são muito maiores e o alavancamento creditício de maior envergadura e as regulações são desconhecidas.
Por outras palavras: Quando a BP quebrar, a sua falência terá consequências globais. Como supostamente sucedeu no caso Lehman-Brothers, ninguém sabe até que ponto a BP está endividada, nem quem nem em que jogos de azar estão envolvidos os créditos da BP. Mas, como a transnacional é considerada a pérola da coroa da indústria financeira britânica, com fundamento se pode suspeitar que estão aqui metidos todos os que gozam de reputação e hierarquia no mundo financeiro internacional. Não há dúvidas: a próxima bolha está prestes a rebentar. É só uma questão de tempo. Mais provável dentro de semanas que de meses.
O valor patrimonial das instalações da British Petroleum atinge agora o montante de 240 bilhões de dólares. Muitos dos seus campos petrolíferos e participações estão à venda por todo o mundo. Desde finais de abril, perdeu metade do seu valor em bolsa. Deverá entrar um investidor estratégico, provavelmente um fundo estratégico árabe. Os líbios querem ser uma opção mas ninguém se balança a tamanho risco. E os meros boatos de uma entrada de mil milionários árabes não convencem as agências de qualificação do risco.
A Fitch, a menor das três grandes, baixou drasticamente no passado dia 15 de junho a qualificação do gigante petrolífero, pela segunda vez em duas semanas: e desta vez nada menos do que seis escalões de uma vezada, de AA para BBB. Se as duas grandes – a Moody’s e a Standard & Poor’s – a seguirem, os empréstimos da BP baixarão à categoria de lixo, como os títulos da dívida pública grega. De qualquer modo, grandes investidores destas agências, como Warren Buffet, colocaram milhares de milhões em ações e obrigações da BP, o que explica a moderação da Moody’s e da Standard & Poor’s.
Nada de OPAs hostis
Entretanto, a BP teve que ceder à pressão do governo dos EUA e sujeitar-se a um fundo de garantias num montante de 20 bilhões de dólares. Pelo menos até ao próximo ano a BP não poderá continuar a pagar dividendos, terá que seguir uma política de poupança férrea e eliminar milhares de postos de trabalho, os primeiros 5.000 já em 2010. Há fortes indícios que levam à suspeita que a explosão do passado dia 20 de abril no Golfo do México assenta numa implacável política de redução de custos. A segurança e o cuidado, como é sobejamente sabido, custam tempo e dinheiro. Quem louva o capitalismo pela sua eficiência não sabe do que fala. Ou se sabe, dá a entender aquilo em que não acredita.
A questão é que Londres prepara-se para o pior. Debaixo de um clamoroso silêncio acompanhado de rotundos desmentidos, trabalha-se em planos de emergência. A queda descontrolada ou uma tomada de controle da BP seria uma catástrofe para os britânicos. As ações da BP têm fama em todo o mundo de investimentos seguros e lucrativos. A BP pagava regularmente, trimestre a trimestre, polpudos dividendos.
Os fundos de pensões, os maiores investidores institucionais nos mercados financeiros internacionais, compravam e mantinha enormes quantidades de acções da BP. E no sistema britânico de reformas os fundos de pensões jogam um papel chave. Só que, precisamente os rendimentos de reforma cobertas por capital são tudo menos seguros. Quando rebentou a bolha imobiliária estadunidense em 2008, muitos fundos de pensões resultaram em prejuízos dos depositantes e pensionistas. Para os fundos de investimento britânicos que há alguns anos investiam em acções da BP, a catástrofe petrolífera é ao mesmo tempo um desastre financeiro. Cerca de um sexto de todos os dividendos que se pagam no Reino Unido vêm da BP! Assim, os fundos perderam de três formas: patrimonialmente pela queda livre das ações da BP, pelos dividendos evaporados, e pela diminuída capacidade de crédito.
Os fundos de pensões perderam já muito dinheiro com as ações dos bancos e, agora, cai-lhes em cima a situação da BP. Se se calcularem as possíveis perdas tendo por base uma pensão média entre 12 mil e 13 mil libras esterlinas anuais, falamos de 800 a 1.000 libras esterlinas por ano. Daí, o governo do primeiro-ministro Cameron não ter escolha. Se a BP ajoelha, terá que intervir com um novo pacote milionário de resgate. Se foi necessário para os grandes bancos, não será menos necessário para a BP. Isso significa mais dívida pública e ainda mais desproporcionados pacotes de poupança.
A BP não pode desaparecer, pois ela é, de longe, um dos maiores contribuintes fiscais da Ilha e controla uma boa parte das infra-estruturas vitais do reino insular, como a Forties Pipeline System que liga mais de 50 campos petrolíferos no Mar do Norte, ou o oleoduto Baku-Tiblisi-Ceihan, que possibilita o trânsito de petróleo do Cáucaso para a Europa ocidental. Por isso, David Cameron anuncia que o seu governo fará tudo o que estiver ao seu alcance para impedir o controle da BP por empresas petrolíferas chinesas, árabes ou russas. Se a BP cai nas mãos das gigantes norte-americanas, acabaram-se as considerações para com os fundos de pensões ou para quaisquer outras necessidades britânicas. Dentro de poucos dias a BP tem que liquidar os pagamentos que se vencem no segundo trimestre de 2010. O seu montante é enorme.
Este caso ilustra com clareza como dois elementos tão centrais como obsoletos do capitalismo – uma economia baseada na energia fóssil e na especulação financeira planetária – nos aproximam do abismo da próxima catástrofe.
(*) Michael R. Krätke é Professor de Economia Política e Director do Instituto de Estudos Superiores da Universidade de Lancaster no Reino Unido.
Este texto foi publicado dia 26 de Julho de 2010 em www.sinpermiso.info
Tradução de José Paulo Gascão
Fonte: Carta Maior, 29/07/2010.

Festival da BRAVIO em Brasília


Neste fim de semana, Brasília será palco do IV Festival da BRAVIO, no SESC 504 sul. O evento é organizado pela Associação Brasiliense de Violão (BRAVIO) e acontece no sábado (31/07) e domingo (01/08). As performances principais ficam por conta de músicos premiados.
No sábado, apresenta-se a violonista franco-venezuelana Elodie Bouny, que é casada com Yamandu Costa. Em seu currículo, a recente premiação no III Concurso Eustáquio Grilo. No domingo, o português Gonçalo Cordeiro executará peças inéditas, feitas em homenagem aos 50 anos de Brasília. Entre outras coisas, o violonista já vendeu o Concurso Villa de Petrer (Espanha).
Como de praxe no Festival da BRAVIO, haverá o Concurso Eustáquio Grilo. Este ano, a programação terá candidatos do Distrito Federal, Rio de Janeiro, Espírito Santo, São Paulo e até da Bolívia. O prêmio será uma turnê de recitais pelo Distrito Federal, Goiás, Minas Gerais e São Paulo.

IV Festival da BRAVIO - IV Concurso Eustáquio Grilo
Datas: 31/07 (sábado) e 01/08 (domingo)
Local: Auditório do SESC 504 Sul
Informações: http://www.bravio.mus.br/
Fonte: Guitar Player, Edição n.171 jul/2010.

quarta-feira, julho 28, 2010

working class...

mudanças climáticas

Quem assa o planeta?
por Paul Krugman*

"Se quiser entender a oposição à ação climática, siga o dinheiro"

[The New York Times] Nunca diga que os deuses não têm senso de humor. Aposto que eles ainda estão rindo no Olimpo sobre a decisão de tornar o primeiro semestre de 2010 – o ano em que morreu a esperança de uma ação para combater a mudança climática – o período mais quente de que se tem registro.
É claro que não se pode inferir tendências nas temperaturas globais a partir da experiência de um ano. Mas ignorar este fato tem sido há muito um dos truques favoritos dos que negam a mudança no clima: eles apontam um ano incomumente quente no passado e dizem: “Vejam, o planeta tem esfriado, não esquentado, desde 1998!”. Na realidade, 2005, não 1998, foi o ano mais quente até hoje.
Mas acha que algum dos que negam o aquecimento dirão “OK, eu estava errado” e passarão a apoiar uma ação em benefício do clima? Não. E o planeta continuará a cozinhar. Então, por que a legislação sobre mudança climática não passou no Senado? Vamos falar primeiro sobre o que não causou isso, pois tem havido muitas tentativas de jogar a culpa nas pessoas erradas.
Em primeiro lugar, não deixamos de agir devido a dúvidas científicas legítimas.
Todas as evidências válidas – médias de longo prazo de temperaturas, volume de gelo no Ártico, derretimento de geleiras, proporção entre altas e baixas recordes – apontam para um contínuo aumento das temperaturas globais.
Essas evidências tampouco foram maculadas por mau comportamento científico. Você provavelmente soube das acusações contra pesquisadores climáticos – alegações sobre dados fabricados, e-mails comprometedores do “Climagate” e assim por diante. O que você não deve saber, porque recebeu publicidade muito menor, é que todos esses supostos escândalos foram desmascarados como uma fraude tramada por oponentes da ação sobre o clima.
Preocupações razoáveis sobre o impacto econômico da legislação sobre o clima bloquearam a ação? Não. Tem sido engraçado observar conservadores, que enaltecem a flexibilidade e o poder ilimitado dos mercados, e insistir que a economia entraria em colapso se impusermos um preço ao carbono. Todas as estimativas sérias sugerem que poderíamos adotar pouco a pouco limites para emissão de gases-estufa com, no máximo, um pequeno impacto na taxa de crescimento da economia.
Então, se não foi a ciência, os cientistas ou os economistas que abortaram a ação sobre a mudança climática, quem ou o quê foi? Os suspeitos usuais: mesquinharia e covardia.
Se quiser entender a oposição à ação climática, siga o dinheiro. A economia como um todo não seria significativamente atingida se puséssemos um preço no carbono, mas certas indústrias – sobretudo a do carvão e do petróleo – seriam. Essas indústrias montaram uma enorme campanha de desinformação para proteger seus negócios.
Olhe os cientistas que questionam o consenso sobre mudança climática; olhe as organizações que proclamam escândalos falsos; olhe os núcleos de estudo para os quais qualquer esforço para limitar as emissões aleijariam a economia. Verá que estão na ponta do recebimento de um duto de dinheiro que começa nas grandes companhias energéticas, como a Exxon Mobil, que gastaram milhões de dólares para promover a negação da mudança climática, ou Koch Industries, que patrocina há duas décadas organizações contrárias ao meio ambiente. Ou olhe os políticos mais vociferantes contra a ação climática. Onde eles obtêm a maior parte do dinheiro gasto em campanhas? Você já sabe a resposta.
Por si só, a mesquinharia não teria triunfado. Precisou da ajuda da covardia – acima de tudo de políticos que sabem quão grande é a ameaça do aquecimento global, que apoiaram a ação no passado, mas desertaram no momento crucial. Cito um, em particular: o senador John McCain.
Houve um tempo em que McCain era considerado amigo do meio ambiente.
Em 2003, ele poliu sua imagem de dissidente ao copatrocinar um projeto que criaria um sistema de limites para as emissões poluentes. Ele reafirmou o apoio a esse sistema em sua campanha presidencial e as coisas poderiam estar diferentes hoje se ele continuasse a fazê-lo.
Mas não o fez – e é difícil não ver na mudança o ato de um homem disposto a sacrificar princípios, e o futuro da humanidade, para ganhar alguns anos a mais em sua carreira política.

(*) Paul Krugman é economista.
Artigo [Who Cooked the Planet?] do New York Times, publicado no jornal O Globo.
Fonte: EcoDebate, 28/07/2010.

condições de vida

O drama dos transportes

por Emir Sader

Não há como negar a melhoria sensível, pela primeira vez, do nível de vida da massa da população brasileira. Que se reflete em que a maioria da população está situada nos estratos intermediários na pirâmide que retrata a distribuição de renda.
No entanto, o nível de miséria, de pobreza, de carências acumuladas não permite que isso supere as péssimas condições de vida da grande maioria. As condições de moradia são muito ruins, as de saneamento básico são péssimas, o transporte é horrível, a educação é ainda de nível bem baixo.
O Minha Casa, Minha Vida, aponta para a melhoria gradual das condições de habitação. Há programas de financiamento público para saneamento básico, que podem permitir avançar nesse campo. A educação é indicada pela Dilma como um dos temas centrais em que o Brasil tem que acelerar seus avanços – a começar por definir como meta o fim do analfabetismo nos próximos quatro anos.
Os danos causados pelas políticas privatizantes no transporte causam danos gravíssimos à grande maioria do povo, sem que se veja ainda programas que permitam pelo menos minorar esses problemas. Um trabalhador – e a maioria esmagadora da população é trabalhadora –, que depende do transporte público – igualmente a grande maioria -, gasta em torno de 2 horas e meia de ida e outro tanto de volta, entre esperar o transporte, tomá-lo – em péssimas condições -, chegar e fazer o mesmo percurso de volta.
Um trabalhador que já chega cansado ao local de trabalho – fazendo com que a maioria dos acidentes de trabalho se dê na primeira meia hora, com um trabalhador ainda sonolento e já cansado – e volta, mais cansado ainda para casa. Come, dorme, apenas para recompor minimamente as energias para retomar a mesma jornada repetitiva e cansativa no dia seguinte.
Sem levar em conta as condições de trabalho, os salários insuficientes, a tirania e os preconceitos dentro dos locais de trabalho, bastaria o drama do transporte para que fosse indispensável defini-lo como um tema central de um governo popular. Nas grandes cidades do centro do capitalismo o transporte urbano é inteiramente público. Como é uma atividade deficitária, é melhor que o Estado assuma diretamente sua responsabilidade do que subsidiar amplamente a empresas privadas, em que controle de prestação de serviço ao público é muito precário e difícil. Além disso, como a grande maioria dos deslocamentos da população se dá para ir e voltar do trabalho, se cobra imposto às empresas privadas, para a melhoria e expansão dos serviços, porque a tarifa permite apenas custear a manutenção da frota existente.
Nas grandes cidades – e nas medias e pequenas também – da periferia, como aqui no Brasil, praticamente todo o transporte urbano – além do suburbano – foi privatizado. É amplamente subsidiado, presta serviços muito ruins à população, que fica inerte, impotente para controlar o serviço e atuar na sua melhoria. Grande parte dessas privatizações foi feita com favorecimento de empresas monopolistas, em casos obscuros nunca investigados pelas câmaras. A chegada das vans elevou ainda mais o peso do transporte privado, com a formação de verdadeiras gangues que controlam extensas linhas, praticamente sem ingerência do setor público.
Nessas condições, políticas democráticas encontram dificuldades para reverter a situação. O mínimo a exigir seria a revisão de todas as concessões, em processos públicos com participação dos usuários, definindo novos contratos de concessão com critérios claros que, caso não sejam cumpridos, implicariam na não renovação da concessão e, conforme decisão majoritária da população, na recuperação pelo setor público da empresa privatizada.
É indispensável que as condições cotidianas de vida, de transporte, de trabalho, lazer, da massa da população, se tornem preocupações fundamentais dos governantes e dos seus representantes nos parlamentos, para que a democracia social penetre profundamente em todos os vãos da nossa sociedade e não se restrinja a instancias formais, esvaziadas de conteúdos democráticos e populares.
Fonte: Carta Maior, Blog do Emir. Postado em 27/07/2010 às 10:09.

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